Un ritmo de vida ajetreado, el estrés o las prisas influyen en la calidad del sueño
Los españoles duermen de media unas siete horas diarias entre semana. Para muchos no es suficiente y consideran que este tiempo de sueño no es reparador. Del mismo modo, para muchos otros dormir estas horas es suficiente para empezar el día con energía y es que, no es lo mismo dormir que dormir bien.
El sueño es una necesidad básica del ser humano al igual que comer o beber. Dormir nos ayuda a recuperarnos del día vivido, refuerza el sistema inmunológico, la memoria y la capacidad para aprender, equilibra nuestras hormonas y tiene numerosos beneficios para nuestra salud mental y emocional.
Un ritmo de vida ajetreado, el estrés, las prisas, entre otros, son factores que influyen rotundamente en las horas y calidad del sueño.
Por esto, es necesario poner la atención en aquellos hábitos diarios que pueden interferir en el sueño y adoptar unas rutinas que ayuden a dormir bien. Para estipular unos hábitos que favorezcan el sueño, es aconsejable cumplir con unos horarios establecidos y desconectar de las preocupaciones diarias antes de meterse en la cama.
Abandonar los aparatos electrónicos es esencial. Acostumbrados a ir con los dispositivos móviles a todos sitios, no caemos en la cuenta de los efectos que producen sobre nosotros, pero, sobre todo, en nuestro sueño. El uso de estos antes de irnos a dormir retrasa la conciliación del sueño y empeora su calidad. Se recomienda dejar de utilizar estos aparatos una hora antes de dormir, por el contrario, nuestro cerebro estará muy estimulado y será difícil desconectar.
Otro de los factores que determinan los problemas de sueño es tanto el horario de las comidas como las cantidades. Los expertos recomiendan dejar pasar de una hora y media a dos horas antes de irse a la cama, ya que está demostrado que la digestión antes de irse a dormir favorece el descanso de calidad.
Del mismo modo, evitar las cenas copiosas y abundantes, así como los estimulantes y el alcohol, también influyen. Ingerir muchos alimentos por las noches, o comidas con mucha azúcar y grasas, son otras de las causas que pueden hacer que durmamos mal.
El sedentarismo es otro hábito que merma el sueño. La actividad física supone un consumo de energía muy elevado, lo que se traduce en que el cuerpo reclame la necesidad de descanso.
Por otro lado, los ruidos, la luz y las temperaturas altas también contribuyen a que el descanso sufra alteraciones. Por último, la cama merece una mención especial, ya que supone un elemento crucial para dormir bien. Precisamente, el hecho de acostarse en la misma cama todos los días y ocupar el mismo sitio favorece el descanso.